La indumentaria como elemento de expresión artística, reflejo de identidad de la mujer en las sociedades hipermodernas

  1. RIVAS GARCÍA, NIEVES
Dirixida por:
  1. Ana Navarrete Tudela Director

Universidade de defensa: Universidad de Castilla-La Mancha

Fecha de defensa: 16 de abril de 2018

Tribunal:
  1. Marina Núñez Jiménez Presidenta
  2. Armando Montesinos Blanco Secretario/a
  3. Salomé Cuesta Valera Vogal

Tipo: Tese

Resumo

La investigación sobre la indumentaria en el ámbito del arte es de reciente interés académico, por lo que no existe un gran número de antecedentes. El proyecto de tesis planteado consta de dos partes fundamentales que se complementan. Por un lado, el análisis sociológico, filosófico y antropológico sobre la identidad femenina, partiendo de las teorías de importantes sociólogas y filósofas, como Simone de Beauvoir quien, a mediados del siglo XX y a través de textos como El segundo sexo 1947, denunciaba el carácter retrógrado de la sociedad heteropatriarcal que condicionaba a la mujer a un segundo plano en todos los ámbitos vitales (hogar, maternidad, ámbito laboral) repercutiendo en las teorías a cerca de la identidad femenina que comenzaron a surgir en décadas posteriores. La influencia de De Beauvoir es evidente en las perspectivas sociológicas y feministas actuales, de la mano de autoras como Aurelia Martín Casares, Marcela Lagarde, Beatriz Preciado –con sus teorías sobre el fenómeno queer, el antropocentrismo…- que analizan los conceptos sexo y género y su función meramente arbitraria, cuestionando el “género” como construcción cultural desarrollada en función de los intereses socio-políticos de los individuos, así como la continua lucha de la mujer occidental por reforzar su autonomía tanto en el ámbito público como en el privado, enfrentándose aún a las barreras que los principios heteropatriarcales todavía vigentes en nuestros tiempos, imponen en las sociedades occidentales. En este análisis sobre la identidad femenina, he considerado fundamentales las teorías de filósofos y sociólogos como Gilles Lipovetsky y Zygmunt Bauman. En el caso de Lipovetsky, sus reflexiones se centran en las características de la mujer occidental hipermoderna, a través de escritos como La tercera mujer 1997 y Los tiempos hipermodernos 2006, en los que indica las bases del hipermodernismo, que –heredero de un posmodernismo fracasado en el intento de romper con los principios socio-políticos establecidos por la modernidad- se presenta como un contenedor de conductas basadas en la ruptura con los antiguos cánones de comportamiento humano y la percepción de progreso y de futuro, en beneficio de un presente marcado por la excesiva inmediatez, el excesivo consumismo y sus consecuencias, la deshumanización del individuo en su abandono de la lucha por los valores existenciales y un desmesurado consumo de objetos y experiencias de escasa duración y por ello, de escasa satisfacción para el individuo de nuestro siglo, quien a raíz de este comportamiento, desarrolla una constante frustración personal que desemboca en la pérdida de identidad. Son aspectos que repercuten principalmente en las mujeres occidentales, que ven cómo su existencia se desarrolla en un ámbito social basado en novedosas expectativas con respecto al progreso personal y profesional (conciliación de la vida familiar y laboral, libertad de elección con respecto a las relaciones interpersonales, entre otras) pero con los principios retrógrados heteropatriarcales todavía presentes y grabados a conciencia en las mentes femeninas tras siglos y siglos de existencia, que convierten el proceso de construcción de identidad de la mujer hipermoderna en un constante caos emocional. Las teorías de Lipovetsky son apoyadas por el sociólogo Zygmunt Bauman, a través de textos como Vida Líquida, 2005. Con respecto al análisis del vestuario, desde el plano cultural y artístico, los referentes existentes se centran en el estudio de la indumentaria a lo largo de la historia y en el análisis de la misma como elemento de comunicación y expresión del individuo en el ámbito social. Las principales teorías se han desarrollado en torno a la historia de la indumentaria con respecto a su transformación en las diferentes épocas, en función de los cambios políticos y sociales y de las diversas modas surgidas a raíz de los mismos, que influyen en constantes cambios de confección basados en las transformaciones fisionómicas de los individuos –en función de las nuevas modas- y en las libertades o restricciones de cada época, que guardan una relación directa con en el empleo de nuevos tejidos y el diseño de prendas más ligeras o pesadas, mas recatadas o atrevidas, en función del ámbito geográfico y social en el que tengan lugar. En este apartado, destacan las teorías de historiadores de arte como James Laver y su Breve historia del traje y la moda 2008 o la editora de moda Bronwyn Cosgrave con el texto Historia de la moda. Desde Egipto hasta nuestros días 2005, entre otros. Aunque es cierto que la indumentaria –en el plano cultural- no sólo se ha venido estudiando desde el ámbito historiográfico, pues otras publicaciones y estudios, se basan –desde el punto de vista de la semiología- en su carácter comunicativo. Partimos aquí de las teorías de John Carl Flügel recogidas en su Psicología del vestido en 1935, continuando con la obra de Roland Barthes a través de textos como Historia y sociología del vestuario 1957 y El sistema de la moda 1967, que tendrán continuidad en obras como El vestido habla 1990 de Nicola Squicciarino, El sentido del vestir 2002, de Patricia Calefato y en artículos como Sociología e identidad de la vestimenta 2010, de Carlos Cabrera, donde se expone la influencia de la indumentaria y la elección de los diferentes códigos vestimentarios en el comportamiento de cada individuo, así como la repercusión social que dichas elecciones provocan en la percepción del otro. El concepto de indumentaria como elemento de expresión artística comienza a surgir principalmente a través de las obras de artistas de vanguardia como los Vestidos simultáneos de Sonia Delaunay, quien a partir de 1913 utiliza el vestuario para representar a través de él los principios órficos y simultaneístas que hasta el momento expresaba principalmente por medio de la pintura. Por otro lado, el Futurismo nacido a comienzos del siglo XX contaba con Giacomo Balla como máximo representante de dicha corriente a través de la indumentaria, considerada como un recurso interesante para reflejar principios futuristas como el interés por llevar el arte a todos los aspectos de la vida cotidiana y el tan valorado dinamismo, que permiten obtener las telas y el movimiento de las mismas en combinación con la cinesis corporal. También el Surrealismo, nacido en la década de los años 20 del siglo pasado, encuentra en la combinación entre vestuario y cuerpo humano, el tándem perfecto para expresar los principios surrealistas, mediante la colaboración de grandes artistas del momento con importantes diseñadores de moda, como ha sido el caso del artista Salvador Dalí y la diseñadora Elsa Schiaparelli, quienes convierten la indumentaria en un reflejo de ese mundo de los sueños, ese subconsciente característico del movimiento, a través de trabajos como el famoso Vestido langosta 1937, que cuenta ante todo con importantes connotaciones sexuales. A mediados del siglo XX, artistas como Cindy Sherman realizan una crítica de los estereotipos sociales de la mujer de la época a través de sus Untitled Film Stills 1979, donde el vestuario y la estética adoptados por la artista a través de una serie de fotografías, pretenden criticar el carácter machista contenido en los personajes de las actrices del momento, mostradas como mujeres sumisas y pasivas. En la misma década, surgen las primeras denuncias sobre la violencia de género a través de obras donde la indumentaria cobra protagonismo, como es el caso de la performance desarrollada por las artistas Suzanne Lacy y Leslie Labowitz, In Mourning and in Rage 1977, ante el Ayuntamiento de Los Ángeles denunciando las violaciones de 10 mujeres y la escasa sensibilidad que los medios de comunicación mostraban ante el problema, en favor de un fuerte carácter sensacionalista para atraer audiencias más que para denunciar lo sucedido. La historiadora de arte María Teresa Alario, habla por primera vez –a través de su texto Nos miran, nos miramos (sobre género, identidad, imagen y educación) 2000- de una “tercera generación de mujeres con voz propia” para referirse a las artistas que a partir de los años 80 encontrarán en las disciplinas artísticas posmodernas y en las nuevas libertades de expresión así como en la reducción de la censura artística, la manera de reflejar sus reivindicaciones sociales y sus críticas sobre la situación de la mujer en los ámbitos público y privado. Así, nos encontramos por primera vez con obras que reflexionan sobre la importancia de la apariencia estética y las transformaciones corporales que los años reflejan en nuestro cuerpo, como Vanitas: Flesh Dress for an Albino Anorectic 1987, de Jana Sterbak, donde la propia artista se representa a sí misma con un vestido realizado con filetes de carne. También destaca la artista alemana Rosemarie Trockel, en éste caso, a través del uso de la lana y la acción de tejer asociados al trabajo femenino y conocida por obras como Cogito Ergo Sum 1988, una crítica a la misoginia presente en las sociedades patriarcales, y evidente en el arte contemporáneo, en defensa de la mujer como individuo racional con voz y discurso propio. Artistas como las nombradas en el párrafo anterior, son las precursoras de las protagonistas de este documento, María Adela Díaz, María Ezcurra, Yolanda Domínguez, Alejandra Mizrahi, Ana Laura Aláez, entre otras, que a partir de comienzos del siglo XXI y a través de nuevas perspectivas con respecto a la inclusión del vestuario en el terreno del arte, trabajan por medio de la instalación, la performance, la fotografía, los espacios públicos y privados, desde una posición reflexiva y activista, reivindicando un mayor compromiso por parte de las instituciones de poder y los individuos de calle, ante las injusticias y las problemáticas existentes aún en el desarrollo de una identidad femenina basada en la libre elección de compromisos laborales, de relaciones interpersonales y de libertades estéticas, en una lucha contra la todavía presente represión machista y heteropatriarcal, ha pesar de los avances en este ámbito. Sus obras se caracterizan por la confección, deconfección y reconfección de las telas, en un símil con el proceso de construcción de identidad, como ocurre en las obras de Alejandra Mizrahi; la maternidad tratada de manera metafórica por María Adela Díaz a través de la obra Detachtment (Desprendimiento) 2007 donde el vestuario hace las funciones de cordón umbilical para reflejar los conflictos en la conexión entre madre e hija; obras como Manditel 2013 de María Ezcurra, donde desarrolla una fuerte crítica sobre la sociedad heteropatriarcal a través de la transformación de la mujer del hogar en una especie de “mueble o accesorio más” de la misma, donde el vestuario es el elemento de conexión entre la mujer y el objeto; o los trabajos de Yolanda Domínguez, quien ocupa los espacios públicos para generar en el espectador diversas reacciones ante la presentación de mujeres en escena, que igualmente son representadas como objetos sexuales e individuos expuestos a la violencia machista, por medio de performance como Pido para un Chanel 2010 y Azafatas, Round 1 2012, entre otras. Temas como la religión, el matrimonio, la violencia de género…también son tratados en el proyecto por estas y otras artistas, donde se pueden apreciar las características propias del arte del siglo XXI, que se recogen en el documento partiendo de las teorías de Ilia Galán en su texto Teorías del Arte desde el siglo XXI 2005 como son el empleo de los espacios públicos, elementos de la cotidianeidad –la indumentaria-, la inclusión del cuerpo y un discurso sobre el mismo en la obra, a través en este caso de su presencia o ausencia, la participación no sólo de la artista en la acción sino de diversos voluntarios, actores… que generan a través de este acto una especie de compromiso social con la acción y la relación entre el artista y el espectador que –a pesar de permitir una libre reflexión sobre lo acontecido en la obra- pretende generar reacciones emocionales tanto positivas como negativas en el observador, que no le dejen indiferente y que le obliguen a reflexionar sobre las problemáticas representadas, que –recordamos- están centradas en los conflictos de identidad de la mujer occidental hipermoderna. Sin embargo, no existen documentos específicos sobre el tema. Solo algunas artistas como Alejandra Mizrahi cuentan con una base documental con respecto al vestuario como elemento de expresión artística, a través de la elaboración de artículos como La indumentaria como confección de identidad en el arte contemporáneo, 2008 y La indumentaria como lenguaje performativo 2013. El resto del contenido es extraído de diversos recursos electrónicos que comienzan a hacer hincapié en dicha temática y de la comunicación directa por mi parte con las propias artistas, con el fin de obtener un análisis más profundo y exacto del contenido de sus obras.