La retórica de la pureza, la transparencia, el vacío y la nada

  1. LAGE VELOSO, CARMEN
Dirigida por:
  1. Juan Luis Moraza Director

Universidad de defensa: Universidade de Vigo

Fecha de defensa: 06 de septiembre de 2017

Tribunal:
  1. Rosa Brun Jaén Presidente/a
  2. Armando Montesinos Blanco Secretario/a
  3. Mª Teresa Blanch Malet Vocal
Departamento:
  1. Escultura

Tipo: Tesis

Resumen

La retórica de la pureza, la transparencia, el vacío y la nada, indaga en la detección de algunas de las ideas recurrentes a través de las cuales se ha interpretado la Modernidad y la Postmodernidad, para averiguar el andamiaje de construcción de la realidad que vertebran. Las democracias contemporáneas no implican eliminación de la disensión ni evitan la tendencia del poder al autoritarismo. Las lógicas de dominación dependen de una logística de los símbolos. Los sistemas simbólicos diseñados para para dominar lo indominable y ordenar la realidad se han ido perfeccionando progresivamente hasta su casi total invisibilización. Y todo ello se produce mediante una estrategia con apariencia de generosa apología de libertad. Tras la absorción continuada por el orden institucional vigente de las estrategias transgresoras de las vanguardias del siglo XX, los discursos vinculados con lo sagrado y lo espiritual de los que tradicionalmente se habían apropiado entidades históricamente autoritarias e incorpóreas, son enarbolados por la misma Modernidad que había cancelado cualquier resonancia trascendental. La postmodernidad sentencia después la muerte de los grandes relatos pero quizás la ausencia de relatos es el gran relato. En ese proceso de crisis de la realidad homogénea, ¿cómo se tejen los constructos legitimadores cada vez más sutiles y sumergidos que el Estado seductor pone en juego? Las exigencias estéticas de pureza lingüística, de pureza en las artes, ¿de dónde vienen esas ideas? La mezcla de elementos procedentes de distintos códigos, disciplinas, culturas...etnias, ¿por qué produce un sentimiento de ultraje? ¿El ornamento es un crimen? ¿La forma sigue la función? ¿Menos es más? ¿Cómo se articula este discurso en un mundo donde lo distinto ya no es distante? Desde aproximadamente la segunda mitad del siglo diecinueve, el ornamento ha sido sometido a críticas sin precedentes. Pero el elemento forcluído, retorna constantemente, desafiando el dogmatismo purista. Finalmente, desde el punto de vista de la postmodernidad, el ornamento no es un simple suplemento, sino la expresión de una fuerza vital. La pureza y sus implicaciones teológicas y también su versión secularizada como negación de lo accesorio, de lo innecesario, como proceso de ascesis que conduce a la pureza reificada de la técnica moderna. Ambos estadios están interconectados y no son contradictorios. La transparencia, la ficción de que no hay nada oculto, de que todo se ve, es uno de los valores más difundidos en el mundo globalizado. Sus atributos son deseados por los gobiernos y las corporaciones multinacionales. Una vez desplegados todos los medios para generar la idea de una realidad transparente, el nuevo relato se presenta a sí mismo como libre de todo mito, como saber sin mediaciones. La transparencia es una cualidad que permite ver a través de un cuerpo pero a su vez lo invisibiliza sutilmente. Inicialmente al servicio de la lucha contra el oscurantismo y las políticas abusivas, la transparencia se convierte a partir de un determinado momento en un perfecto pretexto para la vigilancia. Los ciudadanos somos cada día más transparentes para un poder cada día más difuso. La transparencia, ¿conquista o regresión? ¿Todo debe ser revelado? ¿La posibilidad de poder ver todo implica que todo pueda verse? El vacío y la nada vuelven a tener fuertes resonancias teológicas. ¿La representación del vacío responde al vacío de la representación? ¿Es la reminiscencia del sublime romántico? Y también, el vacío como ideal de sutilidad, de la capacidad de ser receptivo y maleable. La forma ideal para ser utilizada como comodín para el discurso que se quiera legitimar. En los últimos tiempos de crisis del modelo moderno, el interés por lo sublime se ha intensificado en la filosofía, la historia y la estética. Lo sublime es lo que se levanta al borde del límite. Y en ese discurso, la contemporaneidad, erigida sobre el fracaso del saber en sus pretensiones de universalidad arrastra a la visión en su caída hacia el vacío y la elipsis. Siempre hasta ahora relacionado con la divinidad y lo absoluto, lo sublime, queda ahora al servicio de la idea de progreso para legitimarlo. Como había dicho el filósofo de Frankfurt: no se puede escribir poesía después de Auschwitz. Sin embargo, el arte es más necesario que nunca. Aunque sea con respiración asistida, el arte debe reconstruir una dimensión de la experiencia que quedaría vacía con su desaparición. Por último, la nada es otro gran relato legitimador cuya finalidad inmovilista tiende a conservar inalterable la realidad. En las sociedades barrocas se identificó con el fin, con la muerte, y en las sociedades contemporáneas, el fin de la historia juega el mismo papel. Se genera el mito de vivir en el mejor de los mundos posibles con el objetivo de parar la rueda de la historia, Si la perfección ya hubiera sido alcanzada, ¿para qué el cambio? La confianza fundamental en el futuro queda desactivada, solo queda algo de ella disuelta en los entresijos del consumo de masas: la necesidad de una renovación incesante de las mercancías. Quizás Bruno Latour está en lo cierto cuando afirma que los modernos hacen lo contrario de lo que predican. Pero eso también les hace interesantes. Evocan continuamente lo es¬piritual inmersos en una sociedad cada vez más secularizada y materialista, invocan la pureza mientras la producción de híbridos es constante, promocionan la transparencia mientras practican la opacidad y convierten la secularización en proliferación de lo teológico. Y quizás, los postmodernos no les van a la zaga. Profundizando en las retóricas mencionadas emergen de inmediato síntomas reveladores de la resolución en falso de los problemas más acuciantes de la modernidad, a saber, inscribir la libertad del individuo dentro del orden social, la constitución del sujeto, la alteridad, la construcción del género y el papel de la ciencia y la tecnología en las sociedades contemporáneas.